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Levantar imperios lleva mucho tiempo y dinero. Y en ocasiones, hasta diamantes. En un lugar remoto de Siberia, la mina Mir fue una vez responsable de inyectar diamantes para ayudar a mantener la antigua Unión Soviética (URRS).
En el 1940, numerosos geólogos contratados por el gobierno ruso, recorrieron Siberia de punta a punta en busca de las preciadas piedras preciosas. La ciudad de Mirny no existía hasta 1955. Se fundó precisamente cuando un grupo de geólogos descubrieron Kimberlita, un mineral que suele indicar la presencia de diamantes.
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Y vaya si había diamantes. La ciudad creció al borde de un agujero cada vez más grande que hoy es el segundo más enorme del mundo, con 1,2 kilómetros de diámetro en su parte más ancha.
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Trabajar en Mir no era fácil. Las temperaturas son tan bajas que excavar era casi imposible durante gran parte del año porque el terreno estaba congelado. En invierno, la goma se congela y hasta el acero se vuelve mas quebradizo. Los ingenieros utilizaban motores de aviones para calentar el suelo, o dinamita para quebrarlo.
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Los edificios de la ciudad tuvieron que ser construidos sobre estructuras a ras de tierra porque no se podían excavar cimientos de la manera tradicional. A pesar de las dificultades, la mina y su ciudad rivalizaron durante 44 años con los yacimientos más prósperos de Sudáfrica. Mir producía dos millones de kilates al año. Los diamantes de la mina, además, eran sorprendentemente regulares en tamaño y forma, lo que les valió el apelativo de Osos de Plata.
En la década de los 2000, Mir se cerró oficialmente, pero los trabajos en la mina continúan en cientos de túneles subterráneos alrededor del agujero principal. El yacimiento aún produce cerca de 2.000 kilos de diamantes anuales, lo bastante como para que las máquinas sigan horadando la tierra y la gente no abandone la ciudad de Mirny.
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